miércoles, 26 de mayo de 2010

La ùltima noche del rey lagarto



Un pequeño cuento inspirado en los últimos días de Jim Morrison espero que lo disfruten.



LA ULTIMA NOCHE DEL REY LAGARTO







Tarde o temprano todo héroe encuentra su propia tragedia, tarde o temprano todos los elegidos para el gran banquete encuentran su turno ante el holocausto.
-Nada

Morrison observaba la escena desde su posición acostumbrada, la cabeza ladeada ligeramente, los ojos entrecerrados, la cabellera revuelta y ensortijada cayendo salvajemente sobre su rostro mezclándose con la espesa barba que se había dejado crecer intentando inútilmente escapar del estatus de símbolo sexual que había ayudado a construir a su alrededor.
Como era usual Morrison había estado bebiendo toda la noche (al igual que las últimas dos noches) alternando una botella de tequila, un poco de ron y algunas cervezas con generosas cantidades de cocaína y LSD provocando por momentos que las luces a su alrededor se difuminaran de tal manera que sentía que en vez de estar bebiendo dentro de un bar de moda en parís lo hacía dentro de una pintura impresionista saturada de imperfecciones y detalles, en otras ocasiones le parecía haber viajado en el tiempo hasta el interior de una antigua casa de opio, Morrison sonrió al recordarlo y dejó escapar una sonora carcajada provocando que la dulce joven francesa que intentaba captar su atención leyendo en voz alta uno de sus poemas guardara silencio y lo observara un tanto herida, Morrison clavó sus penetrantes ojos en los de ella y volvió a reír gentilmente dándole a entender que ella no había sido la causa de su burla, la chica sonrió también y ambos brindaron entrechocando sus copas.

Algunas personas le lanzaban miradas discretas y murmuraban repitiendo algo sobre las puertas, otros intentaban acercarse a el disimuladamente para echar un mejor vistazo a la leyenda del rock que había escandalizado América mostrando sus genitales en público y pregonando su deseo por fornicar con su madre y asesinar a su padre, Morrison se puso de pie y sacó un pequeño libro forrado en imitación de piel de serpiente, escribió algunas palabras en la contraportada y lo entregó a la chica antes de darle un beso en los labios y darse la media vuelta para salir del bar arrastrando los pies.

Mientras se enfrentaba al frío de la noche parisina contempló por un momento la idea de llevarse a la chica consigo para explorar el lado oscuro de la ciudad de las luces pero rápidamente apartó la idea de su mente, esta noche no habría más bares de whisky ni niñas pequeñas...

Después de algunas horas apareció en el departamento que había tomado como santuario y refugio cargando una bolsa llena de botellas y una rosa negra de papel que le había obsequiado un joven hippie afuera de la licorería, depositó todo en una mesa y preguntó en voz alta por su amada, pero su compañera cósmica no contestaba, la encontró desnuda en su dormitorio durmiendo profundamente sobre un montón de polvo blanco, en la pequeña cómoda junto a la cama encontró algunas jeringas. Morrison entrecerró los ojos y se permitió guardar la imagen en sus recuerdos, frente a él yacía el amor de su vida, la mujer que había elegido como pareja en su largo descenso hacia el infierno, la mujer que lo había cuidado a lo largo de esta extraña aventura en la mina de oro, mientras su mirada recorría el cuerpo desnudo de su musa comenzó a recordar a todas las demás mujeres que se habían entregado a él, bellas criaturas de todas las razas imaginables que habían contribuido a su leyenda ofrendándole su amor, su deseo, su pecado, Dionisos eléctrico cabalgando a Eros para escapar de Tanatos, pero a pesar de todas las ofrendas y las maravillas, a pesar de la tormenta y el fío Morrison como un moderno Odiseo siempre encontraba el camino de regreso hacia su verdadero amor.
Morrison puso algo de música y comenzó a beber una vez más, todos los discos de los Doors desfilaron esa noche por su mente, todas las canciones que algún día serían su legado, las canciones que serían recordadas más allá de los límites de su propia existencia, trago tras trago, botella tras botella la música fue apoderándose de su alma como una amigable sombra que lo envolvía gentilmente apartándolo del dolor, si, como una amiga, su más vieja amiga, su única amiga...
La media noche se mostraba más profunda que nunca cuando Morrison comenzó a desnudarse, Pamela nunca despertó de su sueño, quizás era mejor así, ya tendrían oportunidad de renovar sus promesas frente al estanque sagrado, se colocó frente al espejo y comenzó a rasurarse lentamente liberándose de su barba de ermitaño, despojándose de su mascara de chaman y de los años que había ido coleccionando hasta quedar completamente limpio, el rostro del joven león le devolvió la mirada desde el espejo, el hombre payaso que no podía evitar destruirlo todo, el dios rebelde que podía desdoblarse hasta perder su forma y luego rehacerse a su imagen y semejanza.
Caminó hacia la bañera y desde su interior dejó que el agua caliente la llenara lentamente liberándolo de todas sus mascaras restantes...

Cuando Pamela por fin despertó encontró el cuerpo desnudo de Jim son riéndole al universo desde su tumba de agua, intentó despertarlo desesperadamente pero todo fue inútil, el favorito de los dioses por fin había recibido la invitación para reunirse con ellos, el rey lagarto había cambiado de piel por última vez.

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